viernes, mayo 3, 2024

Rachel Zegler volvió a ponerse a sí misma en el ojo de la tormenta por sus comentarios sobre el remake de Blancanieves.

Se sabe que los fans (o algunos fans) pueden ser muy ruidosos a la hora de expresar su acuerdo o desacuerdo cuando tocan su objeto de admiración. Lamentablemente, en épocas de redes sociales, el lado más tóxico de los fandoms suele hacerse escuchar, aunque pocas veces repercute en las decisiones de los estudios y los cineastas encargados de llevar ciertas adaptaciones a buen puerto. Al fin y al cabo, ¿quién sabe más? Los realizadores con experiencia en la industria audiovisual o los fanáticos apasionados que conocen dicha propiedad intelectual de punta a punta. La respuesta no los sorprenderá… aunque no sea la correcta. 

La última ‘víctima’ de esta inflamabilidad fan es Rachel Zegler, la increíble María en Amor Sin Barreras (West Side Story, 2021) de Steven Spielberg –su debut delante de las cámaras– y la próxima Snow White (Blancanieves) de la adaptación live action de Disney. Rachel, quien viene de ponerle toda la onda a ¡Shazam! La Furia de los Dioses (Shazam! Fury of the God, 2023), tuvo la mala idea (¿o la valentía?) de expresar su opinión sobre el personaje de los hermanos Grimm y cómo el clásico animado impactó en su propia infancia. Spoiler alert: la actriz admitió que la película le causó unas cuantas pesadillas de chiquita (¿y a quién no?), y solo volvió a darle una nueva mirada cuando consiguió este protagónico, unos 16 o 17 años después de aquella primera experiencia. 

¿Qué tiene esto de malo? Absolutamente nada, pero para la hipérbole de las redes y los fandoms, Rachel Zegler cometió un pecado imperdonable que, al parecer, no la califica para personificar a la princesa original de Disney. Este hate injustificado –que, obviamente, no tiene en cuenta los talentos de la actriz– nos da la excusa perfecta para intentar analizar la conexión de los fans con las IPs (propiedades intelectuales), una relación casi posesiva que, muchas veces, crea narrativas de odio y discriminación cuando la pantalla no les devuelve esa visión ideal que recrearon en su imaginario.

Star Wars
Lucasfilm

Todos tienen derecho a expresar su opinión, y el backlash al momento de un casting no es algo nuevo ni propio de las redes sociales. Aunque el “problema con Zegler” va más allá, etiquetada como alguien que no ama el material original, como si esto fuera una condición sine qua non para interpretar (bien o mal) a un personaje en la pantalla. Esta necesidad de que los actores y realizadores sean tan fans como los propios fans tampoco es una garantía de éxito, y hasta puede jugar en contra cuando los involucrados no entienden que el producto debe exceder el nicho (o sea, el fandom más riguroso) y alcanzar a un público más amplio, no siempre familiarizado con el zeitgeist

Alec Guinness jamás entendió qué hacía en La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977) e igual nos entregó a un genial Obi-Wan Kenobi. No es secreto que Harrison Ford no disfrutó del todo su paso por la saga intergaláctica; al igual que Christopher Eccleston y su protagónico en Doctor Who. No queremos meter cizaña, pero antes de interpretar a Peter Parker, Tobey Maguire admitió jamás haber leído un cómic de Spider-Man… Y esta lista sigue y sigue: grandes interpretaciones que se convirtieron en favoritos de la audiencia. Entonces, ¿por qué el rechazo hacia Zegler?   

“Todo ese odio viene del miedo. No son malas personas, solo están asustadas por descubrir que eso que tanto aman puede no ser como ellos quieren que sea”, decía Zachary Levi tiempo atrás sobre su experiencia con el fandom más tóxico, cuando sus declaraciones parecían más sabias: “Hay que alentar la expresión creativa de las personas y su pasión por estas cosas. Lo desafortunado es que invertir demasiado en ello, como todo en este mundo, también expone ciertas inseguridades que dejan escapar esos miedos que, a su vez, derivan en mucho odio”.

Rachel Zegler en West Side Story.
20th Century Studios

El fan que se ve amenazado –o ve amenazado ese universo que tanto ama y en el que tanto invirtió su tiempo y dinero–, y siente que debe descargar sus frustraciones por algún medio para “hacer valer sus derechos” como tal, es tan antiguo como la cultura pop. Si hoy esta toxicidad nos parece más evidente (y peligrosa) es debido a la inmediatez y cierto anonimato que provee la Internet y sus vías de comunicación, pero también la repercusión gratuita de los medios que, en al afán por conseguir más views y clics, les terminan dando entidad a estos ‘Sheldons’ de la vida real que creen poder hacer una diferencia con sus reclamos y peticiones, como si fueran los verdaderos dueños de estos productos culturales. 

BRADLEY COOPER BRILLA EN EL PRIMER TRAILER DE MAESTRO

Derechos de autor aparte, cada director, actor, productor, incluso cada guionista y dibujante comiquero alguna vez pidió prestada la creación de otro artista para jugar por un ratito y entregar, lo que creían, era su mejor adaptación de esa historia/personaje. Estas versiones, muchas veces alejadas del ‘canon’, siempre encontraron sus adeptos y sus opositores, pero calaron mucho mejor en ese público mayoritario que disfruta sin pararse en una vereda específica. Blancanieves (Snow White, 2014) será un éxito o no, pero su desempeño en la taquilla o el atractivo para los críticos no tendrá nada que ver con Rachel Zegler y los sustos que la reina malvada le provocó durante su infancia.

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Jefa de redacción. Nolaniana incurable. DC me da y me quita.