viernes, julio 26, 2024

Recordamos a la gran Lupe Vélez, una de las más grandes leyendas del cine mexicano que logró dejar su marca en Hollywood.

El Hollywood de la Era Dorada era un lugar glamoroso, pero también plagado de prejuicios y machismo, donde los estereotipos estaban a la orden del día. Aun así, Lupe Vélez logró destacar a fuerza de carisma, exuberancia y dotes para la comedia; además de un marcadísimo acento latino que la convirtió en una de las figuras más populares entre el público de los Estados Unidos. 

María Guadalupe Villalobos Vélez nació en San Luis Potosí (México), en el año 1908. Hija de un militar y una cantante (de ópera o de vaudeville, según las fuentes que se consulten), siendo la mayor de cinco hermanos en una de las familias más prominentes de la ciudad. A los 13 años, sus padres decidieron mandarla a estudiar al convento de Nuestra Señora del Lago en San Antonio, Texas, lugar donde aprendió inglés y tuvo sus primeros contactos con la danza… aunque confesó no haber sido una alumna destacada. 

La Revolución Mexicana cambió la dinámica familiar, y a los 15 años Vélez abandonó el convento y salió en busca de trabajo para ayudar con la economía del hogar. En el medio, ahorró lo suficiente para tomar clases de baile y soñar con una carrera en el show business, anhelos que se hicieron realidad cuando debutó en los escenarios del Teatro Principal, a mediados de la década del veinte.  

Lupe Vélez

Lupe ya era una reconocida vedette cuando decidió trasladarse a Hollywood con algunas escalas. Gracias a diferentes contactos y varias pruebas de cámara terminó captando la atención de Hal Roach, productor y director de Pathé Pictures, quien le ofreció una pequeña participación en Sailors, Beware! (1927), cortometraje protagonizado por Stan Laurel y Oliver Hardy. Inmediatamente llegaría El Gaucho (1927), compartiendo cartel junto a Douglas Fairbanks, y una seguidilla de papeles dramáticos, casi siempre enmarcados en el arquetipo de la temperamental e irreverente ‘mujer latina’. 

A finales de los años veinte, Vélez ya era considerada una de las grandes estrellas de la meca hollywoodense. Logró una exitosa transición hacia el cine sonoro y, tras cinco años de dramas, cambió su registro a la comedia empezando con Hot Pepper (1933), protagónico que exhibió sus talentos dentro del género y le dio la posibilidad de mostrar las mejores facetas de su efervescente personalidad.

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Lupe Vélez

El suceso siguió con Strictly Dynamite (1934), Palooka (1934) y Laughing Boy (1934), propulsando una sucesión de films escritos específicamente para ella en el rol de Carmelita Lindsay, la ‘mexican Spitfire’; serie que se extendió a lo largo de seis películas. Las audiencias norteamericanas amaron dichas aventuras, pero su vida personal y sus romances tumultuosos empezaron a acaparar la atención de los titulares amarillistas y a diluir una carrera que costaba mantener a flote.   

Tras un breve regreso a México donde filmó Naná (1944), y su último papel en Ladies’ Day (1943), Lupe Vélez decidió acabar con su vida a la edad de 36 años. Muchos dicen que fue a causa de un desamor, pero se cree que fue consecuencia de un  trastorno bipolar, vocablo que no existía en 1944. “La historia de mi vida es la historia de un demonio. Soy salvaje, no puedo evitarlo”, aseguraba la actriz, que triunfó y vivió siempre bajo sus propios términos.

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Jefa de redacción. Nolaniana incurable. DC me da y me quita.