Algunas reflexiones importantes sobre el potencial acuerdo entre Warner Bros. y Netflix, y lo que representa a futuro.
“Algunos de los cineastas más grandes de nuestra industria y las estrellas de cine más importantes se fueron a dormir la noche anterior pensando que trabajaban para el mejor estudio cinematográfico y se despertaron para descubrir que trabajaban para el peor servicio de streaming”.
Con estas duras palabras, a finales de 2020, Christopher Nolan criticaba la decisión de WarnerMedia –por aquel entonces, el conglomerado de medios de comunicación y entretenimiento propiedad de AT&T que incluía a Warner Bros.– cuando, en el pico más alto de la pandemia y a poco del lanzamiento de HBO Max, su CEO Ann Sarnoff tomó la resolución de lanzar en simultáneo (‘day and date’), en salas de cine y la flamante plataforma de streaming, los 17 estrenos cinematográficos planeados para el año 2021.
La idea, surgida de la directora de operaciones de Warner Bros. Carolyn Blackwood, era evitar la baja recaudación de una “programación relativamente débil” y aprovechar para sumar suscriptores a la plataforma en crecimiento. La medida cayó muy mal entre los representantes, los talentos y directores como Patty Jenkins y Denis Villeneuve que, en muchos casos, también suman regalías de los porcentajes de taquilla.
WB terminó pagando fortunas para compensar este desfasaje, y volvió a sufrir una reestructuración cuando WarnerMedia se fusionó con Discovery en abril de 2022, formando una nueva empresa (Warner Bros. Discovery) dirigida por David Zaslav.
Las cosas no mejoraron para el estudio que, en 2023, cumplió sus primeros cien años de historia, pero bajo la dirección de Michael De Luca y Pamela Abdy –copresidentes y codirectores ejecutivos de Warner Bros. Motion Picture Group–, en 2025 WB atravesó uno de sus mejores años, con una taquilla global de más de cuatro mil millones de dólares acumulados; estableciendo un récord con siete películas consecutivas que recaudaron más de 40 millones de dólares en su fin de semana de estreno en los Estados Unidos, y varios prospectos ganadores para esta temporada de premios.
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La combinación de franquicias y propiedades intelectuales (Minecraft, Superman, El Conjuro) con películas originales y apuestas autorales (Pecadores, La Noche de la Desaparición, Una Batalla tras Otra) parecía ser la fórmula perfecta para el éxito de este estudio legendario que luchaba por la supervivencia después de los estragos de la pandemia y las huelgas de 2023, tratando de mantener a flote el modelo cinematográfico tan golpeado por los nuevos hábitos de consumo y la proliferación de plataformas de streaming que ofrecen inmediatez y comodidad al alcance de un click.
Tras bambalinas, Zaslav planeaba más reestructuraciones y la división de los diferentes activos de la compañía en dos grupos importantes: ‘Streaming & Studios’ y ‘Global Linear Networks’. No vamos a entrar en todos los detalles técnicos, pero al mismo tiempo que el ejecutivo declaraba que esta separación podría llegar a completarse en abril de 2026, aparecían los primeros rumores de compra por parte de Paramount Skydance y Larry Ellison, explorando la posibilidad de adquirir la totalidad de Warner Bros. Discovery.
Esta adquisición –muy parecida a la de 21st Century Fox por parte de The Walt Disney Company en 2017– implicaría la integración de varios activos superpuestos entre las dos empresas, incluidos dos de los cinco principales estudios cinematográficos (Warner Bros. y Paramount Pictures), los servicios de streaming HBO Max y Paramount+, TNT Sports y CBS Sports, y CNN y CBS News… con todo lo que ello involucra. Frases como “concentración de poder”, “competencia desleal” y “monopolio” no se hicieron esperar, así como las ofertas de otros conglomerados, incluyendo Comcast/NBCUniversal y Netflix, con Ted Sarandos a la cabeza.
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Desde el vamos, la venta de un estudio centenario como WB es mala por donde se la mire, y sea cual sea su comprador. La pérdida de identidad, las reestructuraciones y despidos parecen inevitables, pero el futuro de aquel sueño de los hermanos Warner resulta aún más negro cuando las alternativas son Paramount Skydance (una compañía demasiado alineada con la política de derecha) y Netflix, una plataforma de streaming a la que no le interesa la experiencia cinematográfica.
El pasado 5 de diciembre, Hollywood se despertó con la noticia de que Netflix había ganado la guerra de ofertas y comenzaría las negociaciones para un acuerdo exclusivo: una compra de 72.000 millones de dólares tras el cierre de la escisión en el tercer trimestre, lo que valoraría a WBD en 82.700 millones de dólares. Como parte del acuerdo, la compañía de Reed Hastings adquirirá los estudios de cine y televisión de Warner Bros., HBO y HBO Max, incluyendo sus respectivos catálogos, y DC Entertainment/DC Studios. Ojo, Paramount Skydance no abandonó la lucha y siguió subiendo la oferta de manera hostil (108.400 millones de dólares en efectivo), pero acá queremos analizar el futuro de Warner Bros. en las posibles manos de la N roja.
De repente, aquellas palabras de Nolan parecen cuasi proféticas. ¿La vio venir cuando decidió cortar sus lazos con el estudio que lo bancó por casi dos décadas y se ‘mudó’ a Universal Pictures para realizar sus próximos proyectos? El desdén del director por la estrategia cinematográfica de Netflix ya era palpable en 2017, cuando en medio de la promoción de Dunkerque (Dunkirk, 2017) declaró, sin pelos en la lengua: “Netflix tiene una extraña aversión a apoyar las películas en salas. Tienen esta política absurda de que todo debe transmitirse y estrenarse simultáneamente, lo cual, obviamente, es un modelo insostenible para la exhibición en salas. Creo que la inversión que Netflix está haciendo en cineastas y proyectos interesantes sería más admirable si no se usara como una especie de palanca extraña contra el cierre de los cines. Es completamente inútil. La verdad es que no lo entiendo”.
Sí, Netflix se convirtió en una gran alternativa para los cineastas emergentes y algunos veteranos que buscan realizar sus proyectos ambiciosos y no consiguen el apoyo económico por parte de los grandes estudios (Martin Scorsese, Spike Lee, Guillermo del Toro). Sarandos no duda al momento de arriesgarse y financiar las producciones más estrafalarias y costosas, tampoco al comprar películas independientes ganadoras de festivales que suman prestigio, pero siempre lo hace sacrificando la llegada de estos a las salas de cine o acotando al mínimos su ventana de exhibición –dos semanas, un requisito para su elegibilidad en premios como los Oscar–, antes de aterrizar en la grilla de la plataforma y, en muchos casos, perderse entre los títulos en tendencia favorecidos por el algoritmo.
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Tras el anuncio de la compra (hay que aclarar que falta la aprobación gubernamental y este es un proceso largo que puede llevar varios años antes de la concreción o no), las palabras de Ted Sarandos sonaron un poco contradictorias en cuanto a su compromiso con la exhibición cinematográfica. Por un lado, aseguró que las películas de WB seguirían llegando a las salas “exactamente de la forma en la que lo harían hoy” porque “es realmente importante la manera en que crean y en que dan valor. No compramos esta empresa para destruir ese valor”, pero todas estas promesas parecen vacías cuando repasamos los dichos del ejecutivo apenas unos meses atrás: “Netflix es una empresa muy centrada en el consumidor. Nos preocupamos de verdad por ofrecerles la programación de la forma en que desean verla. […]¿Qué nos quiere decir el consumidor? Que les gustaría ver películas en casa. Los estudios y los cines se están peleando por intentar preservar este plazo de 45 días, lo cual está completamente desfasado de la experiencia del consumidor de simplemente disfrutar de una película”.
¿La justificación de Ted? Los problemas que aquejan a la industria hollywoodense (los residuales de Netflix fueron uno de los puntos más conflictivos durante la última huelga), como la disminución de la producción o la caída de la taquilla, sobre todo en la pospandemia. En este contexto, donde los estudios buscan atraer a los espectadores a las salas y las salas necesitan de estrenos para subsistir, el éxito de la plataforma no disminuye, apalancado por el FOMO, la inmediatez y una forma de consumo que ellos mismos propulsaron. “Estamos salvando a Hollywood”, dijo Sarandos en el mes de abril, mientras hablaba de contenido y consumidores, conceptos un tanto ajenos a la industria cinematográfica.
Más de una vez, el ejecutivo aclaró que su enamoramiento del séptimo arte no surgió de la experiencia en las salas (su familia no podía afrontar ese gasto) y, en cambio, se nutrió y creció gracias a la televisión y los formatos caseros como el VHS. Por eso, le cuesta defender algo con lo que no se identifica y, más allá de sus buenas intenciones, sabemos que las ventanas de exhibición limitadas y los estrenos simultáneos repercuten en el trabajo de miles y miles de personas. En el peor de los escenarios, el cierre de las salas independientes que vienen luchando por sobrevivir desde la pandemia, y hasta la desaparición de los formatos caseros como el DVD o Blu ray que ‘compiten’ con los catálogos de las plataformas.
“Estamos en un período de transición. La gente creció pensando: ‘Quiero hacer películas en una pantalla gigante y que desconocidos las vean y que se proyecten en el cine durante dos meses, y que la gente llore y se agoten las entradas’…Es un concepto obsoleto”, siguió insistiendo Sarandos. Por supuesto, no todos los espectadores pueden darse este lujo, pero el cine siempre fue y seguirá siendo una de las formas de entretenimiento más baratas y comunales. La experiencia de ver una película en el cine, rodeados de extraños, no se compara con verla en el living de casa (o un teléfono celular); no es “una idea anticuada” ni la romantización de la nostalgia de tiempos pasados, es una forma de arte en sí misma.
Sarandos admitió que no le molesta el declive de las salas de cine. En cambio, le molestaría que “la gente dejara de hacer buenas películas”. Parece incompatible, pero en su razonamiento el disfrute es el mismo, y también las intenciones de los realizadores. Por supuesto que no es así, por eso cineastas como Nolan, Paul Thomas Anderson, Quentin Tarantino, Steven Spielberg, James Cameron y un larguísimo etcétera todavía se resisten al streaming y defienden el estreno en salas, no por la ‘vanidad’, sino por su visión artística y toda la gente que trabaja detrás para mantener esta industria con 130 años de historia.
En un año donde la taquilla mostró una leve mejoría con respecto a 2024, y formatos como IMAX, VistaVision y 70mm siguen atrayendo a miles de espectadores en busca de un ‘evento’ y una experiencia cinematográfica diferente, el cine en salas sigue dando pelea para captar a todo tipo de público (espectadores, no consumidores) y sobrevivir, como siempre lo hace en medio de las crisis que se presentan.
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¿UNA GUERRA GANADA?
El modelo cinematográfico no es lo único que puede llegar a peligrar con la compra de WBD por parte de Netflix. Entre los activos que ganará la plataforma están HBO y HBO Max, grandes competidores de la N en el universo del on demand. Netflix es un pionero en su campo y pocos pudieron reproducir su éxito y su estrategia, pero desde hace un tiempo que la calidad dejó paso a la cantidad, en cuanto a sus producciones. La adquisición del canal premium tacha de la lista a uno de sus mayores contendientes y crea posibles conflictos más allá de Estados Unidos, donde HBO tiene convenios con plataformas locales como Sky UK (en Gran Bretaña) o Movistar (en España), no solo para cocrear contenidos originales, sino para transmitir en exclusiva sus producciones.
Tal vez estamos abriendo el paraguas antes de tiempo, sabiendo que todavía queda mucho camino por recorrer en esta posible compra monopólica. Pero la oferta de Netflix encendió todas las alarmas en Hollywood y puso en alerta a los dueños de las salas de cine y a los sindicatos que, cautelosos, esperan reunirse con los directivos de la plataforma para compartir sus preocupaciones y conocer su plan de acción a futuro. El año que viene, a las asociaciones de actores, directores y guionistas les toca negociar un nuevo contrato con la AMPTP y la venta de WBD, seguro, no va a pasar desapercibida.











